viernes, 8 de mayo de 2009

CRONICAS DE LA GIRA IV

CRONICAS DE LA GIRA

“Recorriendo las Huellas de los Pueblos”

NRO. CUARTA

Republica de Bolivia-Ciudad de la Paz y Ciudad del Alto

CRÓNICAS DE LA GIRA IV
Ciudad del Alto, Bolivia

Aquí estamos pues, nuevamente en la tarea de preparar estos relatos que nos sirvan de memoria de tantitas cosas vividas y permitan compartirlas con tanta gente linda que nos sigue los pasos.


Cuando nos aventuramos a esta travesía soñábamos con tener en Bolivia un tiempo de residencia en alguno de sus lugares que nos permitiera conocer desde lo cotidiano a la cultura del altiplano; Y recuerdo que pensábamos en la Ciudad del Alto como un lugar ideal por su tradición de luchas y fuerte identidad aymara. Y acá estamos amigos. El sueño concretado. Y la profunda gratitud a una familia que nos abrazó como a propios integrantes. Las emociones haciéndose nudo en la garganta de recordar momentos compartidos, gestos, charlas… no son los paisajes, ni las “rarezas” de un “otro cultural” lo que hacen mágico este viaje (de por si interesantes), sino justamente aquellas cositas que se van viviendo día a día cobijaditos al calor de verdaderos hermanos que vuelven a hacerte enamorar de nuestra Patria Grande.

Al llegar a la ciudad del Alto nos sorprendió el tráfico y las maniobras de los “minibuses” (utilizados para el transporte público) que parecían apiñarse y por momentos atorarse en la zona conocida como “la Ceja”. Son los momentos donde hay que sacar de la galera el séptimo sentido que nos ayude a desplazarnos como uno más y, siguiendo la corriente, llegar a buen puerto. Encontramos un tranquilo lugar para esperar a nuestra amiga (hasta ese momento sólo conocida telefónicamente). Un par de horas de esperar hasta juntarnos con la Giovana, nuestro ángel guardián de ahí en adelante…

Giovana es un ser único. Especial y maravilloso. Es de aquellas personitas que embellecen y dignifican la vida. De aquellas que ante cualquiera quedan en una estatura difícil de alcanzar. Tres cualidades que capaz lo expliquen: mujer, aymará y titiritera.


Así fue el recibimiento en el Alto. Cediéndonos camas, ofreciéndonos comida, calidez, cariño. Nunca será suficiente nuestra gratitud a la familia Chambi; compuesta, además de Giovana, por Papá y Mamá, Rubén (el chino), Roger, la Georgina, el Jaime, y el nanito (hay además quienes ya no vivien en la casa como el marquitos, el Nelson y están además los y las esposas de algunos de ellos). Con toditos compartimos anécdotas, comidas, charlas, pequeñas complicidades cotidianas.


Hemos aprendido desde historia (familiar, regional y hasta nacional), cultura, cosmovisión. A través de ellos hemos admirado a un pueblo entero y sus tradiciones. Han sido los guías para apreciar mejor el sentido comunitario y popular de las “morenadas” (un despliegue de danzas, ritmos y color) y sus personajes como los achachi, las chinas… u otras expresiones como los bailes de los Auqui Auqui, o los waca waca.

Hemos degustado de platos típicos. Mucho maní, preparado de innumerables maneras, yuca, chuño (inolvidable chuño), pescados…

Sobre los lugares: Villa Adela se convirtió en nuestro lugar de residencia durante nuestra estadía en el Alto. Un tranquilo barrio en donde sobresalen las construcciones típicas del alto: ladrillo y en algunos casos adobe. Ubicado a unos 20 minutos de la Ceja, digamos la zona céntrica de la ciudad. Desde allí se baja a la ciudad de La Paz, vía una autopista desde la cual se puede apreciar un paisaje inigualable de la metrópolis construida en gran parte sobre las laderas de los cerros, y más allá, el nevado del Illimani

Increíble, las palabras se hacen muy pequeñitas ante tan maravillosas personas, no tenemos la sensación de estar en un lugar exótico, ni raro, ni nada de eso, es una sensación muy extraña, pero maravillosa es como haber encontrado una parte de nosotros en cada personaje que se asoma por estas calles.

Una energía muy especial, muy nuestra muy latinoamericana, colmada de simplezas que construyen una gran cotidianidad inmersa en un mar de significados puros y llenos de cultura.



¿Queres que compare mi vivencia allí, en argentina, con el aquí?

Es complicado, pero esta parte de Bolivia, tiene un encantamiento que nos hace pensar muchas cosas. Allí en Argentina, las normas, los códigos, las estructuras en cierta forma han triunfado, y por un lado la vida tal vez esta mas “ordenada”, pero carece de muchas cosas, como las que aquí existen.

La libertad, el encuentro con el otro, el mirar a los ojos del que siembra, cosecha y va hasta la vereda, tira en su aguayo multicolor, el fruto de su trabajo, lo cuida, y lo vende. Y desde allí uno valora mucho mas el fruto de la pacha mama, como así también el esfuerzo humano del que planto la semilla y cosecho su fruto.

En el aire se respira, la esperanza que muchas veces por allí nos hace falta. Aquí todo es posible, porque la gente lo hace así.



No espera recetas mágicas de gobernantes de turno, la pelea, la lucha, la resiste día a día. Desde la madrugada hasta pasada la noche, se trabaja constantemente, pero feliz, alegre, orgullosamente, y en ese encuentro con el otro enmarcado en un respeto de diversidad esta la magia que hace que uno se enamore de cada instante.

Algo muy especial, que les parecerá muy simple, pero sucede aquí es el encuentro entre las señoras en su mayoría ofrecen su mercadería con el que compra. Es el calido contacto que cariñosamente se llaman ambos “Caserita/o”. Particularmente en un principio no entendía esa relación, pero ahora después de un tiempo puedo decir que voy comprendiendo.



:- ¡Buenos días caserita! ¿A cuanto las habitas?

:-¡Buen día caserito! Están a un bolivianazo, caserito, fresquitas. Cómpreme…

Simple, jamás pase por ese lugar, pero ese simple dialogo de afecto y respeto, sin saber nada del uno del otro nace en esa transacción. Increíble no?

Mas aya de los roles, del que compra con el que vende, mas allá del trueque esta en lo simple de la esencia de la comunicación. Aquí en Bolivia no busquemos porque no hay esos grandes supermercados, donde hay todo, menos comunicación humana y desde allí el fruto del trabajo humano se transforma en una simple mercadería.



Aquí no sucede eso, el contacto con el otro, es lo esencial, lo importante, lo que no te deja ver esa mercadería transformada en cosa, ves la zanahoria, el tomate las frutas, las papas, con tierra y en las manos del que te la entrega esta la misma tierra, regada con su propio sudor.

No se por donde seguir nuestro relato, ya que son infinitas las experiencias que aquí estamos viviendo así que bueno me pondré a relatarte un viaje desde Villa Adela hasta la Ciudad de la Paz:



Ocho de la mañana, ya es muy tarde para la bella familia Chambi, ya que ellos se levantan a las dos de la mañana para elaborar sus delicioso y sabrosos churros. Amasada, fritada, contada y venta.



Doña mama, la emprendedora. En sus manos, en sus ojos y en su fuerza esta la vitalidad de la familia, con sus churros a cuesta ya ha emprendido su camino hacía las caseritas para su venta, gracias al trabajo colectivo y familiar un día mas de abastecimientos de churros en la ciudad del Alto ha pasado.

Y nosotros recién levantándonos…

Los mister, como nos apodado el caserito de la esquina, con las lagañitas en los ojos, acariciando a la antorcha que congelada esta, nos disponemos lentamente abrir el grifo que esta como si lo hubieran soldado por la noche.

El frío baja desde las montañas, invadiendo todo desde el atardecer. Su sombra lo acapara todo y los huesos rechinan, la noche no solo es sinónimo de oscuridad sino que a esto se le suma el rechinar de los dientes por el frío que azota cariñosamente toda superficie de esta tierra.

Por la mañana es como si fuera un resucitar de la vida, y la luz del astro sol se ve acompañada con una calidez suave de un alejamiento leve de ese frío que estremece las entrañas.

Y el agua se desliza lentamente, la sensación de espasmo nos invade desde lo mas profundo de nuestro ser, el frío se hace mas frío.

Y de repente…
En un instante…
En un segundo…
Y de sorpresa…

La vos de la Georgina, nos inunda de calor humano y afecto, el desayuno esta sobre la mesa.

Como si fuéramos al polo, norte o sur, da lo mismo, mucho frescor, que sube por los pies, deslizándose seductoramente entra acariciando todo el cuerpo, para dejarte boquiabierto inundado todo de mocos y estornudos.

Pero ante tanta insistencia melifica del tiempo, uno tiene sus armas. Calzoncillos largos, camiseta, medias de lana, pulóver uno, pulóver dos, campera, bufanda, y claro que no nos podemos olvidar del gorro.

Aunque no lo crean, aunque les parezca mentira, aunque digan esto están fumados, necesitamos gorro para el sol, es fuerte, fuerte, fuerte. Te achicharra las neuronas y tras tener pocas, hay que cuidarlas.

Así salimos a la calle.

Se abre la puerta, y allí otro mundo, no hay duendes, ni hadas, ni elfos. Sino mejor, cholas, cholitos, Wawas, mucha gente, curtida del clima. Pieles ásperas, oscuras, marrones, negras, blancas. Manos arrugadas, manos tiernas, manos fuertes. Rostros ancestrales, hermosamente bellos. Ojos oscuros, ojos frescos, ojos con mucha inmensidad.

Miradas, y miradas.
Y allí ves, y lees sus pensamientos.
¿Qué hacen estos gringos aquí?

Llegamos a la esquina, y allí vienen, y allí van, y allí están, y…
Cuidado…

A mucha velocidad, a todo lo que dan, allí vienen, y allí van, y allí están y…
Cuidado…

Un murmullo las acompañan, que se hace cada vez más fuerte, cada vez mas cerca se escucha. Un rostro que se asoma, una sombra se vislumbra en la lejanía.

“Ceja” Ceja”; “Ceja”, camino Viacha, Ceja, directo…

Otro, “La perez”, Autopista, “La perez”
Armendia, Armendia, el Prado.

Umsa, el Prado, estado Mayor…



El murmullo se transforma en bullicio, el bullicio en griterío, y la sombras se transforman en gentes, que se ve desde la ventanilla de una combi.

Los aguayos, los sombreros de las cholas, los bultos, y las Wawas en las espaldas de las señoras de polleras, hacen del vehículo una gran escenografia fantástica, colorida he inigualable.

Y allí vienen, y allí van, y allí están, y…
Cuidado…

Un boliviano…

Y te subís
O
Te suben.

Que es lo mismo.
Sentarte, seguro no te paran si no tienen asiento, vas aplastado pero muy bien sentado, el ¡Buen dia! Esta a la orden del dia, sino mas que irrespetuoso sos.

Panorama indescriptible, un aluvion de personas en la calle, van, vienen, todos unos por alli, por alla, el peinado, el despeinado, el que sigue borracho, el que esta con resaca, el que vende, el que compra.

Pero ninguno con cara de traste, o como aquí se dice con cara de pompis. Todos a trabajar, hacer tramites, a visitar parientes, todos alli en un pequeño lugar sin oxigeno.

:-¡En la esquina me bajo!
:-¡En la esquina, dice que se va a bajar!

Huy, que quilombo…
La movilidad se para en cualquier lado, donde haya un lugarcito, auque este sea el medio de la calle, si el pasajero que se baja esta en el fondo, toditos nomas se tienen que bajar para darle lugar al que dijo :-¡En la esquina me bajo!

Nadie, putea, las cosas están muy bien entendidas, y allí bajo, el señoriíto que había abierto la boca, a tranco ligero y a cara dormida.

Todos, a dentro de nuevo, y en sus respectivos lugares.
“Ceja” Ceja”; “Ceja”, camino Viacha, Ceja, directo… Un joven por la ventana va diciendo a los transeúntes de las veredas.

Un boliviano.
Y de repente, la movilidad, esta llena, completa, ya no cabe ni una aguja, ni menos una chola.

Y se escucha: ¡Vayan alistando sus pasajes!

Comienza con los de adelante, todas sus moneditas a pagar, despacio de adelante para atrás, cada uno paga su pasaje, y el combi va levantando velocidad.

Como si fuera avión, pone sus turbinas y agarrate catalina, que hasta la luna no para. Un cambio para arriba, otro para abajo, y le salen las alas. Sus espejos con escrituras que parecen japonesas, invocan a la fuerza universal, el motor se asoma dando alaridos de estruendosos relámpagos y allí volamos…

A una ciudad inigualable, acariciada por su Illimani, la nieve se hace más blanca, y las nubes espumosas bajan tranquilamente a bailar una morenaza en la calle principal.

No hay lugar para más casas, todo la ladera de la montaña esta llena, de ventanas, puertas y paredes de ladrillo, en algunos casos adobe.

Y allí bajamos y no al infierno, sino a una ciudad que enamora, allí estamos y allí vemos, y allí nuestro corazón late mas fuerte al compás de la inmensidad de una cosmovisión única.

Es difícil, describir cual es la sensación de ver por primera vez a la ciudad de la Paz, las palabras se van con las nubes quien sabe a que lugar, pero allí esta a mas de 3600 metros de altura.

Todos juntos en esa movilidad, yendo a un mismo destino, distintos pero iguales, semejantes pero diferentes, volando mágicamente hacia un lugar encantado por la naturaleza propia de la gente.

Y de repente…
En un latido…
El mercado…
Y los olores a frutas, verduras y carnes.
Llegamos, para luego volver a subir.

Ahora ya estamos en la Ciudad de Lima Peru, pero eso no quiere decir que no vendrán crónicas de Bolivia, ya que allí nos han pasado bellas y sensibles he interminables experiencias que nos han colmado nuestros pequeños corazones.



Achacachi, pueblo de los ponchos rojos, subversivos, gente extremista de poca parla y mucha acción, lo que se llamaría en la jerga izquierdosa “Revolucionarios” gente de pocas pulgas, allí estuvimos los zondas. Achocalla la vencida, allí se nos quedo la antorcha, en un camino de mucha pendiente pero nos dimos el gusto de volver subir, y bajar, hasta de hacer una hermosa función en un centro educativo.

Bueno…

Esto es de otra crónica, la que viene después sumada al adentramiento en el Peru, Continuara…


Un abrazo y sonrisas multicolores.

Nicolas y Sebastian

1 comentario:

  1. Alucinante! hay que publicar en papel esto! y lo que fué y lo que vendra! es muy lindo! todo ycomo lo cuentan! besos y gracias por las cronicas
    Andrea

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